
Vivimos una temporada de restricciones por este truco de feria llamado influenza, nos rodeamos de teorías de conspiración, de noticias poco esperanzadoras sobre lo que políticos y líderes hicieron aprovechando la distracción... y al final? Pues nada, que ya salió la papa, es decir, nos dimos cuenta que el meollo de este asunto no podía ser otro que la economía. Parece ser que las consecuencias de la crisis mundial van a ser duras y muy fuertes, pero mucho más de lo que en un principio se creyó, así que gobiernos harán lo posible por implementar medidas y leyes que no serán populares pero que intentarán aliviar (aunque siempre fallen) las consecuencias del desastre.
Afrontémoslo, ya estamos inmersos en la catástrofe, habrá que hacer el esfuerzo personal por resguardar un poco del patrimonio personal a salvo de la debacle económica. Todo se va a ir al carajo, veremos largas filas de desempleados saliendo a la calle para devorar los mendrugos de pan que las empresas darán a unos pocos afortunados que consigan los pírricos empleos que ofrecerán, veremos deudores dándose tiros en la cabeza para salir del terror que es enfrentar una cartera vencida y tasas de interés corriendo tras ellos como leones a cristianos, y todavía seremos testigos del cretinismo de los políticos que frente a nuestros ojos prometeran en spots de campaña salvarnos de un infierno que no fueron capaces de preveer ni mucho menos serán capaces de maniobrar en lo que está por venir.
A veces pienso que somos el peor país del mundo, que es horrible vivir aquí, que todo es feo e inútil en este país... pero exagero, me arrepiento cuando pienso no que en otros lugares es aún peor, sino que por lo menos aquí aún con todo esto podemos ser felices.
¿Igual no estamos en guerra, o sí?
IMAGEN: Un nuevo diseño de corbata para tiempos difíciles.