¿Es una particularidad del cerebro humano el creer y por lo tanto necesaria? ¿Y qué hay con aquellos que se dicen escépticos y no suelen creer? Las neurociencias actuales han tratado de explicar estas características humanas de las cuales han nacido inquietudes tan trascendentales como la búsqueda del origen del universo, el origen de la vida y la existencia de un dios.
A traves del tiempo hemos ido descubriendo que el ser humano está dotado de funciones cerebrales específicas que le permiten creer y sabemos también que esta característica no es gratuita: nos permite equilibrio emocional e intelectual debido a que nos otorga estabilidad al momento de hacer juicios y apoyarnos en ellos para tomar decisiones o mantener la moral alta. Sin esta característica moriríamos presas de la ansiedad o el miedo, pues nuestra vida siempre está acechada por peligros y riesgos de todo tipo. No es difícil imaginar en este contexto el origen de creencias supersticiosas milenarias o, más aún, la aparicion y duración en nuestras mentes de las más tradicionales religiones. Sabemos la utilidad del "creer" pero también se avizora el peligro de ello cuando se institucionalizan sus efectos como un sistema legado a traves de generaciones: se crean dogmas infundados que se transfieren de padres a hijos, se adquieren prejuicios y se erigen como legítimos, quizá porque nos sentimos inseguros sin ellos o quizá porque no admitimos que nuestros padres y abuelos pudieron estar equivocados a pesar de sus buenas intenciones. Esto no debe ofendernos, debido a que todos tenemos la capacidad de asumir cosas sin comprobarlas, nuestra mente en sus profundidades no reconoce realidad o fantasía y no es sino hasta que media la conciencia cuando las comprobamos. Da lo mismo también que nuestras creencias parezcan lógicas o absurdas, si nos gustan las utilizaremos y las que no, las desecharemos. A veces ese proceso ni siquiera es consciente, pero igual influye efectivamente en nuestro comportamiento.
Aunado a esto, la facultad de creer no vino sola. Por cada persona que dijo creer en algo o en alguien existió también otra que preguntó: "¿Por qué? ¡Explícamelo pues me es difícil creerte!". Esa también es una particularidad de la mente, que equilibra nuestra percepción y es fruto del desarrollo de la parte frontal de nuestro cerebro. Sin embargo hubo un problema, pues durante la progresión de nuestra historia parece que siempre temimos utilizar esa parte nuestra. Es muy evidente cómo hasta hoy en las películas y diferentes contenidos de entretenimiento se hace un desprecio de la cualidad de ser escéptico y tener un pensamiento crítico. Los científicos son vistos con desconfianza y se ensalza el valor de la fe ciega en que algo o alguien siempre nos cuidará. Uno puede comprender que directores de cine y artistas de todo tipo hagan esa irresponsable afirmación pues así como en los estudios de mercado un final triste no vende películas, personajes que utilizan su curiosidad para comprobar si sus creencias más arraigadas eran verdades o mentiras tampoco entusiasman a la gente. Nuestra vida como especie data desde hace alrededor de 4'000,000 de años, y cada vez más como ninguna otra época en la historia de la humanidad nuevos retos nos urgen a utilizar las percepciones que puede proveer esa parte de nuestro cerebro desarrollada como un regalo por la evolución. Darle paso a las fantasías infundadas, no importa donde estén escritas y que cuando mucho datan de apenas unos 6,000 efímeros años es una irresponsabilidad. El dios de todas las religiones es un dios "hecho a nuestra imagen y semejanza".
Hasta hace unos siglos, cuando la religion permitió a los diferentes pueblos del planeta encontrar hegemonía bajo la "armonía" de una sola creencia, comenzó a surgir el dilema que planteaban nuevos descubrimientos científicos que ponían de manifiesto tres cosas: 1, que no somos para nada el centro del universo; 2, que estamos lejos de ser el motivo del universo si nos atenemos a la gran posibilidad de nuestra extinción, esperar a que tal suceda es temerario; 3, que los dogmas y las escrituras no se sostienen en la realidad, y los pocos aciertos que tuvieron se debieron a chiripas involuntarias. Vistas estas cosas a través de los siglos, todo esto nos llevó en la última centuria a buscar nuevas respuestas a inquietudes ancestrales. Einstein revolucionó la Física y abrió las puertas a la búsqueda "cuántica", es decir, el enfoque de que el universo no está compuesto por pequeñas partículas, sino complicadas interacciones entre materias, energías, masas y gravedades que últimamente han llevado a los científicos a pensar que el universo es una joyita muchísimo mas compleja de lo que se ve, tanto que algunos como Stephen Hawking (La Historia del Tiempo) creen que no tuvo principio ni tendrá final, siempre y cuando nos acerquemos a comprender lo que pasó antes del Big Bang. Felizmente como afirma el científico, parece ser que no pasarán mas de dos generaciones antes de que tengamos una vaga, pero reveladora certeza. Al respecto, quiero terminar compartiendo el pensamiento cosmogónico de Carl Sagan, que afirmó:
"Si el cuadro general de un universo en expansión y de un big bang es correcto, tenemos que enfrentarnos con preguntas aún más difíciles. ¿Cómo eran las condiciones en la época del big bang? ¿Qué sucedió antes? ¿Había un diminuto universo carente de toda materia y luego la materia se creó repentinamente de la nada? ¿Cómo sucede una cosa así? Es corriente en muchas culturas responder que Dios creó el universo de la nada. Pero esto no hace más que aplazar la cuestión. Si queremos continuar valientemente con el tema, la pregunta siguiente que debemos formular es evidentemente de dónde viene Dios. Y si decidimos que esta pregunta no tiene contestación, ¿por qué no nos ahorramos un paso y decidimos que el origen del universo tampoco tiene respuesta? O si decimos que Dios siempre ha existido, ¿por qué no nos ahorramos un paso y concluimos diciendo que el universo ha existido siempre?."
A traves del tiempo hemos ido descubriendo que el ser humano está dotado de funciones cerebrales específicas que le permiten creer y sabemos también que esta característica no es gratuita: nos permite equilibrio emocional e intelectual debido a que nos otorga estabilidad al momento de hacer juicios y apoyarnos en ellos para tomar decisiones o mantener la moral alta. Sin esta característica moriríamos presas de la ansiedad o el miedo, pues nuestra vida siempre está acechada por peligros y riesgos de todo tipo. No es difícil imaginar en este contexto el origen de creencias supersticiosas milenarias o, más aún, la aparicion y duración en nuestras mentes de las más tradicionales religiones. Sabemos la utilidad del "creer" pero también se avizora el peligro de ello cuando se institucionalizan sus efectos como un sistema legado a traves de generaciones: se crean dogmas infundados que se transfieren de padres a hijos, se adquieren prejuicios y se erigen como legítimos, quizá porque nos sentimos inseguros sin ellos o quizá porque no admitimos que nuestros padres y abuelos pudieron estar equivocados a pesar de sus buenas intenciones. Esto no debe ofendernos, debido a que todos tenemos la capacidad de asumir cosas sin comprobarlas, nuestra mente en sus profundidades no reconoce realidad o fantasía y no es sino hasta que media la conciencia cuando las comprobamos. Da lo mismo también que nuestras creencias parezcan lógicas o absurdas, si nos gustan las utilizaremos y las que no, las desecharemos. A veces ese proceso ni siquiera es consciente, pero igual influye efectivamente en nuestro comportamiento.
Aunado a esto, la facultad de creer no vino sola. Por cada persona que dijo creer en algo o en alguien existió también otra que preguntó: "¿Por qué? ¡Explícamelo pues me es difícil creerte!". Esa también es una particularidad de la mente, que equilibra nuestra percepción y es fruto del desarrollo de la parte frontal de nuestro cerebro. Sin embargo hubo un problema, pues durante la progresión de nuestra historia parece que siempre temimos utilizar esa parte nuestra. Es muy evidente cómo hasta hoy en las películas y diferentes contenidos de entretenimiento se hace un desprecio de la cualidad de ser escéptico y tener un pensamiento crítico. Los científicos son vistos con desconfianza y se ensalza el valor de la fe ciega en que algo o alguien siempre nos cuidará. Uno puede comprender que directores de cine y artistas de todo tipo hagan esa irresponsable afirmación pues así como en los estudios de mercado un final triste no vende películas, personajes que utilizan su curiosidad para comprobar si sus creencias más arraigadas eran verdades o mentiras tampoco entusiasman a la gente. Nuestra vida como especie data desde hace alrededor de 4'000,000 de años, y cada vez más como ninguna otra época en la historia de la humanidad nuevos retos nos urgen a utilizar las percepciones que puede proveer esa parte de nuestro cerebro desarrollada como un regalo por la evolución. Darle paso a las fantasías infundadas, no importa donde estén escritas y que cuando mucho datan de apenas unos 6,000 efímeros años es una irresponsabilidad. El dios de todas las religiones es un dios "hecho a nuestra imagen y semejanza".
Hasta hace unos siglos, cuando la religion permitió a los diferentes pueblos del planeta encontrar hegemonía bajo la "armonía" de una sola creencia, comenzó a surgir el dilema que planteaban nuevos descubrimientos científicos que ponían de manifiesto tres cosas: 1, que no somos para nada el centro del universo; 2, que estamos lejos de ser el motivo del universo si nos atenemos a la gran posibilidad de nuestra extinción, esperar a que tal suceda es temerario; 3, que los dogmas y las escrituras no se sostienen en la realidad, y los pocos aciertos que tuvieron se debieron a chiripas involuntarias. Vistas estas cosas a través de los siglos, todo esto nos llevó en la última centuria a buscar nuevas respuestas a inquietudes ancestrales. Einstein revolucionó la Física y abrió las puertas a la búsqueda "cuántica", es decir, el enfoque de que el universo no está compuesto por pequeñas partículas, sino complicadas interacciones entre materias, energías, masas y gravedades que últimamente han llevado a los científicos a pensar que el universo es una joyita muchísimo mas compleja de lo que se ve, tanto que algunos como Stephen Hawking (La Historia del Tiempo) creen que no tuvo principio ni tendrá final, siempre y cuando nos acerquemos a comprender lo que pasó antes del Big Bang. Felizmente como afirma el científico, parece ser que no pasarán mas de dos generaciones antes de que tengamos una vaga, pero reveladora certeza. Al respecto, quiero terminar compartiendo el pensamiento cosmogónico de Carl Sagan, que afirmó:
"Si el cuadro general de un universo en expansión y de un big bang es correcto, tenemos que enfrentarnos con preguntas aún más difíciles. ¿Cómo eran las condiciones en la época del big bang? ¿Qué sucedió antes? ¿Había un diminuto universo carente de toda materia y luego la materia se creó repentinamente de la nada? ¿Cómo sucede una cosa así? Es corriente en muchas culturas responder que Dios creó el universo de la nada. Pero esto no hace más que aplazar la cuestión. Si queremos continuar valientemente con el tema, la pregunta siguiente que debemos formular es evidentemente de dónde viene Dios. Y si decidimos que esta pregunta no tiene contestación, ¿por qué no nos ahorramos un paso y decidimos que el origen del universo tampoco tiene respuesta? O si decimos que Dios siempre ha existido, ¿por qué no nos ahorramos un paso y concluimos diciendo que el universo ha existido siempre?."